jueves, 22 de septiembre de 2011

A BENEDETTI, EL POETA TIERNO


De golpe sentí una orfandad insondable. ¡Dios mío! De modo que eso era la tristeza. Me levanté del escritorio y busqué refugio en el baño. Allí encontré a mi buen amigo Napo Márquez. Era domingo. Quería gritar, maldecir, putear, vociferar. ¿Qué te sucede, traes cara de muerto? me preguntó. Yo solo atiné a abrazarlo, mientras me desbordaba el llanto. El que se ha muerto es Benedetti, le respondí con voz entrecortada. Estaba fulminando por la pena. Era previsible. Mario Orlando Hardy Hamlet Brenno Benedetti Farrugia es más que una colección de libros en mi biblioteca. Es un catálogo amplísimo de complicidades, pleitos, discrepancias y coincidencias. Es mi vida tomando la apariencia de sus cuentos. Son sus poemas asemejándose a mi historia. Le escribí estas líneas al cumplirse un mes de su deceso y ahora las comparto. ¡Hasta siempre amigo Benedetti!

Así estamos/consternados/rabiosos/aunque esta muerte sea/uno de los absurdos previsibles. Ahora que asumo cabalmente tu partida, el diagnóstico de este duelo límpido y silencioso cae sobre mis párpados, como las hojas secas del jardín botánico al que siempre regresabas. Allí te instalabas, a la izquierda del roble, con tus historias cotidianas y tus versos limpiecitos, recién secados al sol, a la intemperie del alma.

Le tenías ojeriza a la pureza/porque sabías cómo somos de impuros/cómo mezclamos sueños y vigilia/cómo nos pesan la razón y el riesgo. Tenías razón. La amistad consistía a veces en impecables e impúdicas traiciones. En llenar vacíos ajenos y sosegar penas extrañas. No sabían un corno. Nadie les explicó que la primavera regresaría sin sus esquinas rotas. Siempre regresa. Ni les dijeron que esas pequeñas complicidades derribadas, volverían para pedirnos cuentas. ¿Qué dirán los felones? ¿Qué dirías tú? ¿Cuánta vergüenza sentirías?

Yo también escuché una paloma/que era de otros diluvios /yo también destrocé un paraíso/que era de otras infancias/yo también gemí un sueño/ que era de otros amores. Debo confesarlo. Siempre tuve miedo a los fantasmas que asomaban desde tus cuentos. Eran escrupulosamente reales, tan miserablemente humanos, que en lugar de amenazas, parecían el anticipo de un dolor próximo, de una pena en ciernes. Pocos lo saben, es cierto, pero fueron tus versos los que dieron confort a mis rotundos e inapelables fracasos. De ellos fui aprendiendo que las derrotas nunca son definitivas, y que la vida se encarga de planificarte la revancha, con la estrenada posibilidad de ser vencido nuevamente.

Vos lo dijiste/nuestro amor fue desde siempre un niño muerto/solo de a ratos parecía que iba a vivir/que iba a vencernos/pero los dos fuimos tan fuertes/que lo dejamos sin su sangre/sin su futuro. Sin embargo te encaramaste en mi última alegría para tender puentes, laboriosamente, hasta llegar al punto neutro donde nos desencontramos. Yo le escribía, por las noches, mientras agostaba el alma. Me gustaba adivinarla regresando de su exilio, no exactamente más linda ni más fuerte ni más dócil ni más cauta, solo volviendo, distinta y con señales.

Creo que tenés razón/la culpa es de uno cuando no enamora/y no de los pretextos/ni del tiempo/Hace mucho, muchísimo/que yo no me enfrentaba como anoche al espejo/y fue implacable como vos/mas no fue tierno. Después de todo siempre nos aflora la cobardía. Bueno, no siempre. No a todos. Siempre hay unos más despreciables que otros. Por eso entiendo tu odio contra los torturadores y la rabia que te provocaban las dictaduras, las cárceles, los barrotes.

El hecho es que llegaste temprano al buen amor/al amor cantado/al amor decantado/al ron fraterno/a las revoluciones/Pero sobre todo llegaste temprano/demasiado temprano/a una muerte que no era la tuya/y que a esta altura no sabrá que hacer con tanta vida.

miércoles, 10 de agosto de 2011

EL AREQUIPEÑO QUE NO REGRESÓ

Como si tuviese la clave para conmover hasta los más indiferentes corazones mistianos, el vals “El Regreso” se ha convertido en el nuevo himno de los arequipeños. Su letra encierra la más perversa de las ironías. Mario Cavagnaro, el autor, pidió en la última estrofa que lo entierren en suelo Characato, sin sospechar que el destino tiene caminos retorcidos que no sabes a dónde te conducirán. No todas las aves migratorias encuentran la ruta de regreso. Cavagnaro murió en 1998 y fue sepultado en Lima.

La canción fue escrita por Mario Cavagnaro para el I Festival Internacional de Música Arequipeña, en 1969, y obtuvo apenas un modesto lugar entre los temas finalistas. Ese año el máximo galardón lo consiguió Víctor Neves Bengoa, otro conspicuo compositor arequipeño, con “Viejo cantor del Yaraví”.

Embebido de recuerdos, Cavagnaro ensambló con paciencia de artesano, la melodía dulce, casi quejosa, y los versos tristes que le dictaron las remembranzas de su infancia. El resultado fue una oda a la melancolía, con cierto aire a yaraví, por la tristeza inembargable que representa la nostalgia. Ese agosto, hace exactamente 40 años, Víctor “Pajarito” Bromley, primera voz de Los Chamas, estrenó el tema en el festival.

Quería verte
inolvidable, tierra querida
Arequipa, ciudad blanca de mi amor.
Embriagado de distancia
añoraba la fragancia
de tu suelo, tu campiña y tu verdor.


Mario Cavagnaro nació en Arequipa, el 16 de febrero de 1926. Estudiaba en el colegio Salesiano cuando a corta edad se mudó a Lima. En la escuela aprendió a interpretar varios instrumentos de viento y más tarde estudió Ingeniería Química en la Universidad Nacional de San Marcos. Empezó componiendo boleros y cuando la música criolla se encontraba en su apogeo se convirtió en figura por temas como El Rosario de mi Madre, Lima de Octubre, Historia de mi Vida, Yo la quería patita.

Fue el primero que incluyó la replana en las composiciones del criollismo peruano. Así llegó a convertirse años más tarde en un autor destacado. Sus temas fueron grabados por figuras internacionales como Armando Manzanero, Julio Jaramillo, La Sonora Mantancera, e incluso, Héctor Lavoe. Para los arequipeños, sin embargo, solo existe El Regreso.

***

Es medio día y en la cabina principal de Radio San Martín empieza a emitirse el programa “Así canta el Perú”. Héctor Gómez, su prolijo conductor, tiene entre sus invitados a Víctor Neves Cáceres, hijo de quien compusiera Viejo cantor del Yaraví, la canción que le ganó a El Regreso. “Es uno de los pocos artistas contemporáneos que se dedica a la música costumbristas arequipeña”, lo presenta. Después de un breve diálogo empieza a sonar “Chaque tripas”, quizá el tema más popular de Víctor Neves padre.

Héctor me cuenta en el ínterin que su entrevistado es el director de la agrupación “Elay Characatos”, cuyo significado vendría a ser más o menos “Ahí están Characatos”. El conjunto reúne a lo mejorcito de la música criolla arequipeña. Tiene entre sus voces a María Antonieta Dávalos, la heredera del mítico dúo Los Dávalos, a Luz de Fátima Trillo, y el mismo Víctor Neves Cáceres, quien más tarde me contará que están a punto de grabar un disco bajo la dirección de Luis Neves Bengoa, el más cotizado arreglista mistiano, quien llegó a trabajar con Pavarotti y Plácido Domingo. Vive en Estados Unidos, contando las horas para volver.

Cuando hace tiempo
dejé tus lares entristecido
con la pena de los hijos que se van.
Hubo un límpido aguacero
y una lluvia de luceros
en mis ojos contemplando tu volcán.


Al finalizar el programa, Gómez hace memoria y rescata de entre sus recuerdos el nombre de quien promoviera el Festival Internacional de Música Arequipeña. Fue Leonel Cueva Rodríguez, un chacarero mistiano que por entonces radicaba en Norteamérica. La competencia duró apenas tres años pero fue lo mejor que se hizo para mantener vigente al yaraví, marinera, vals, pampeña, huayno y poesía loncca. Mariano Carpio Cueva, uno de los viejos más vitales que he conocido, hace actualmente un esfuerzo parecido con los pocos ahorros de su jubilación y cachuelos de fotógrafo. También vive en la tierra del Tío Sam pero ahora está en la cabina con Héctor. Es otro de sus ilustres invitados de hoy.

****

La última vez que Mario Cavagnaro regresó a la Ciudad Blanca fue en julio de 1994, para entregar la letra del himno del Club Internacional Arequipa, que ese año cumplía cien años. El espectáculo montado tuvo la dirección musical de José Linares Bezold, otro gran valor de la música arequipeña, quien consiguió la Antara de Plata con el vals “Algo en Ti”, en el Festival de la Canción Peruana de 1971. Fue la última vez que los ojos de Cavagnaro contemplaron la majestuosidad del Misti. Volvió a Lima, soñando con regresar, sino por unos días, volver para quedarse definitivamente.

Cuando yo muera
que me entierren en tu suelo
y algún día bajo el cielo
unas flores crecerán.
Será mi alma, asomándose a la vida
desde mi tierra querida
para ver a mi volcán.


Mario Cavagnaro dejó de existir el 29 de setiembre de 1998, víctima de un paro cardiaco. Su familia decidió enterrarlo en el cementerio Campo Fe de Huachipa, en Lima. La vida y la muerte tienen esas contradicciones. Muchos quieren volver. No todos pueden. A otros, en la distancia, solo les queda cantar. Una tarde en un restaurante chiclayano, un arequipeño casi lloró de emoción al escuchar el vals El Regreso. Y él, que nunca cantaba, cantó por primera vez.

“Yo conversé varias veces con mi amigo, Don Mario, sobre el tema. Él me dijo que efectivamente su voluntad era que lo entierren en Arequipa” me dice José Linares. Pero los deseos de los muertos son solamente eso, letra muerta. Nadie les hace caso. Y quién sabe por cuánto tiempo más Mario Cavagnaro seguirá soñando con El Regreso y su Osito de Felpa.

LA CONTUNDENTE COCINA AREQUIPEÑA

Todo aquel que se apresta a complacer paladar y lengua, con comida arequipeña, termina persuadido por la contundente diversidad de sus texturas. No hacen falta más argumentos para saber que esta cocina merece el título de capital gastronómica del Perú. Gastón Acurio, el gurú de la comida internacional, sostuvo alguna vez que el secreto de la culinaria mistiana estaba en la fusión del mar y la puna. Porque la cocina de Arequipa es fruto del sincretismo de varias culturas, como bien lo documenta el poeta Alonso Ruiz Rosas, en su enciclopedia “La gran cocina mestiza de Arequipa”.

Reforzando esta tesis, a estas alturas ya indiscutida, Raúl Vargas, crítico de cocina y uno de los autores del libro “Arequipa, picantes y picanterías”, escribió que el arte culinario characato era producto de las vertientes recónditas que venían desde siglos atrás con las correntadas quechuas, aimaras y collaguas, a las que se sumó después la corriente española.

Y así, a fuego lento, en los fogones ardientes de las picanterías, se juntaron lo mejor de la tradición gastronómica indígena y los refinados estilos españoles, importados con la Conquista. En muchas de las preparaciones o fórmulas de la cocina arequipeña actual, dice Alonso Ruiz Rosas, hay una raíz indígena honda que ha logrado perdurar a través de los siglos.

Uno de esos atributos sobresalientes es el picante. Uno de los españoles que reparó en esta particularidad fue el padre Acosta. “La natural especería que dio Dios a las Indias de occidente, que en Castilla llaman pimienta de las Indias, y en Indias por vocablo general tomado de la primera tierra que conquistaron, nombraron ají, es lo que en la lengua Cuzco se dice uchu”. Además de los ajíes, el rocoto es otro producto fundamental de la cocina mistiana.

Pero si algo destaca entre toda la oferta gastronómica arequipeña, es sin duda su arraigada tradición sopera. Arequipa tiene un caldo para cada día. No se puede dejar de mencionar el chaque de tripas, el chairo, el timpo de rabos, el caldo blanco, la chochoca, entre otros, aunque sin duda lo mejor son los chupes, del quechua “chupi”. La obra maestra, el platillo más notable de esta variedad es el chupe de camarones, que Mario Vargas Llosa describió como un plato donde “sobresalían unos monstruos crustáceos, de cáscara rojiza y pinzas articuladas que me fascinaron”.

LAS PICANTERÍAS
La comida arequipeña nació en las chicherías, pilar fundamental de lo que años más tarde serían las picanterías. Como es de suponerse, eran lugares donde se libaba chicha, un fermentado de maíz cultivado en Characato y Sabandía. El clérigo Ventura Travada y Córdoba informó allá por 1752, que en la ciudad existían más de tres mil chicherías.

Alonso Ruiz Rosas cree que una ordenanza publicada por el virrey Francisco Toledo en 1575, durante una visita a Arequipa, impulsó la gesta de las picanterías. La ordenanza señalaba que el principal daño de la chicha era beberla en ayunas. “Armar allí todos los hornos que para todo el pueblo son menester”. Así nacieron las picanterías.

Allí se servían platillos de nombres impensados y de cándidos sabores. El Tunante, una publicación de principios del siglo XX, informaba que formaban parte del menú de aquellos años, la ocopa de camarones con loritos, picante de soldados muertos con habas, cebiche de bofes, bogas emponchadas con cachichuños, caparinas con llatan, ají de disparates o conversación de mujeres, pepián de conejos, timpusca de cecina, entre otros.

El presidente de la Asociación Gastronómica de Arequipa (AGAR), Alfonso Eguiluz Alegre, dice que ahora los platillos más pedidos son el rocoto relleno y el chupe de camarones. El adobo es un plato de consumo popular en los amaneceres dominicales. Eguiluz advierte sin embargo que hace falta moderar los tonos picantes y la abundancia de condimentos en la comida mistiana, para que tenga más aceptación en los turistas extranjeros.

A la tradición culinaria que se forjó en las picanterías, agrega Alonso Ruiz Rosas, se debe agregar el aporte de la cocina en los monasterios y en las casas. El resultado es lo que hoy reverbera en los restaurantes y picanterías de antaño, donde las ollas bullen con las sopas y chupes, mientras se abre el apetito con un solterito, un escribano o un celador de camarones, y claro, harta chicha.

lunes, 8 de agosto de 2011

MACHUPICCHU, INSPIRACIÓN DE POETAS

Qué es Machupicchu sino poesía pura. Versos que audaces constructores apilaron sobre la montaña. Epítetos sobre la grandeza creadora. Rimas líticas, simétricas. Anáforas subversivas que invocan la paz. Eso es sobre todo: poesía. Pero es también obra inspiradora, una musa que emerge desde la blandura de sus piedras labradas, indisolubles, un soplo que convoca, que llama a la creación.

Machupicchu ha sido fuente de inspiración constante. Poetas, músicos, escritores, directores de cine, hallaron en la armonía de sus muros pétreos, el estímulo perfecto para el arte. Una incitación capaz de cambiar el curso de una historia, como sucedió con el vate chileno Pablo Neruda. El poeta visitó la ciudadela en octubre de 1943, junto a la pintora argentina Delia del Carril, su pareja de entonces. Los acompañó el peruano José Uriel García. Y fue ante ese impresionante espectáculo de rocas, que tuvo una revelación.

“Pensé en muchas cosas a partir de mi visita al Cuzco…Allí comenzó a germinar mi idea de un Canto General americano. Antes había persistido en mí la idea de un canto general de Chile, a manera de crónica. Aquella visita cambió la perspectiva. Ahora veía América entera desde las alturas de Machu Pichu” escribió en sus memorias.

sábado, 6 de agosto de 2011

UN DÍA CON CIRO CASTILLO ROJO


El celular de Ciro Castillo Rojo Salas suena unas sesenta veces al día. Las llamadas entran a cualquier hora, incluso en los momentos más indeseados. Pueden timbrarle muy temprano, durante el desayuno, o muy tarde, cuando está cogiendo el sueño. Otras veces lo despiertan por la madrugada. Y Ciro contesta todas, sin perder el aplomo, con la actitud resignada de un operador de central telefónica. Una de esas podría ser la comunicación que espera hace cuarenta y ocho días.

La mitad de veces son periodistas. Esta mañana, por ejemplo, lo han llamado de cuatro noticiarios de televisión y al menos cinco emisoras limeñas, preguntando por su hijo desaparecido en el cañón del Colca, uno de los más profundos del planeta. Si no está atendiendo el teléfono, es él quien está marcando a alguna parte. El Sony Ericsson solo deja de chillar cuando no hay cobertura de servicio, como ahora que estamos camino a Relave, el punto donde termina la carretera, pasando el pueblo de Madrigal.

En ese lugar, su hijo Ciro Castillo Rojo García Caballero empezó el ascenso al nevado Bomboya, en compañía de su enamorada Rosario Ponce, con el propósito de llegar al siguiente poblado: Tapay. Pero la pareja se perdió en el camino y el lunes 4 de abril se separaron. Una semana y media después ella fue hallada por rescatistas de la Policía Nacional, arrastrándose con sus últimas fuerzas, con un cuadro de deshidratación severa.

El padre creyó ese momento que hallar a su hijo era cuestión de horas. Desde entonces ha transcurrido más de un mes y no se conoce el paradero del muchacho. Lo han buscado por aire y tierra. Han participado rescatistas de la Policía, Ejército, Bomberos, guías de alta montaña, lugareños, pero no encontraron nada. “No poder participar de la búsqueda en el cerro es lo que más sufrimiento le produce a mi padre” me ha contado María Gracia, hermana del extraviado estudiante universitario.

En casa de los Castillo Rojo García Caballero, el joven desaparecido es llamado por el apelativo de “Cucho”, para diferenciarlo del padre. “Cucho” significa rincón en quechua, la lengua que hablan en los caseríos del cañón del Colca. Mientras la combi avanza dando saltos por la trocha, Ciro le dicta a María Gracia una extensa lista de las llamadas que tendrán que hacer por la tarde. Sobre todo una. Le han dado información de que Ciro fue ubicado y tienen que confirmarla.

VIDAS CAMBIADAS
Desde el día que se conoció la noticia de la desaparición de los jóvenes, Ciro Castillo Rojo fijó residencia en Chivay, capital de la provincia de Caylloma, en Arequipa. “De aquí no me voy sin mi hijo” ha dicho. Las primeras semanas recorrió solo todas las comunidades del cañón del Colca, hotel tras hotel, municipio tras municipio, iglesia tras iglesia, preguntando por su hijo, con una foto en la mano. Así se trastocó su rutina de hospital, de visitas médicas y cirugías laparoscópicas. La vida de este hombre de 61 años estaba acostumbrada a otro trajín, como médico cirujano.

Sabe que las posibilidades de hallar a su primogénito con vida son escazas. Y pese a ello no ha mostrado asomo de abatimiento ni desesperanza. No en público ni delante de su hija. Porque a veces, al enfrentarse a la repetida sensación de vacío, en la soledad de su habitación de hotel, se rinde por un momento y en la desnudez de la fragilidad humana, descarga un llanto seco. “Es solo un instante, pasajero, yo tengo que seguir” dice.

Si un día, como ahora, recorre la margen derecha del río Colca, buscando noticias de su hijo, al día siguiente lo hace por la margen izquierda. Tres veces por semana, antes de la cena, se dedica a llamar a sus amigos, líderes políticos, y autoridades, para que mediante gestiones o presión mediática, no se detengan las labores de búsqueda.

—¿De dónde saca tanta fortaleza?—le pregunto a María Gracia.
—Es por todo lo que ha vivido—responde—.A los cinco años quedó huérfano de madre en Azángaro (Puno).

Hoy los sinchis de Mazamari, grupo de la Policía entrenado para combatir el narcotráfico y terrorismo, treparán al Bomboya para buscar a “Cucho” en los lugares poco explorados. Un grupo viaja con nosotros y otro viene detrás en dos camionetas. Se quedarán quince días en la montaña.

ÚLTIMOS RASTROS
Antes de llegar a Relave, hacemos una breve parada en Madrigal. “Cucho” pasó por aquí el 31 de marzo y en la comisaría del pueblo se entrevistó con el suboficial Edson Espezúa Leiva. Una de las últimas personas que vio a la pareja fue Griselly Tejada. Ciro y Rosario llegaron hasta su tienda, en la plaza de armas, para hacer unas compras.

—Me han comprado dos champanes “Caballo Viejo”­—relata de la misma forma como lo hizo con la policía de investigación criminal—y dos sublimes.

La que compró fue ella, él se quedó en la puerta, parado, parecía molesto o triste. Las botellas vacías fueron encontradas en el sector conocido como Fortaleza. Este licor es de pésima calidad. Se trata de alcohol metílico rectificado. Griselly contó que pagaron tres soles cincuenta por cada chapán.

Durante las semanas de búsqueda se tejieron los más insólitos rumores. Dijeron que los jóvenes se habían casado en secreto en Chivay y que estaban de luna de miel, que vieron al muchacho deambulando por los pueblos aledaños, que apareció en Espinar (Cusco), que vieron su cuerpo. Cuentos chinos que alimentan la esperanza de familia pero que luego traían un profundo desencanto.

De regreso a Chivay, el celular de Ciro Castillo Rojo vuelve a sonar con insistencia. Le pregunto por el rumor de la mañana. Me dice que es más de lo mismo. Que le dijeron que había aparecido Ciro, pero que no era cierto. “Cuando nos cortan las esperanzas así es fatal, son pequeñas crisis de las que nos cuesta levantarnos” dice María Gracia.

Mientras escribo esta crónica me tocaría saborear un poco de ese trago amargo. Entra una imprevista llamada a mi celular.

—¡Me acaban de informar que encontraron a Ciro. Muerto. Están trayendo su cuerpo a Chivay­—me dice un informante desde la zona de rescate. La noticia alborotó la Redacción del diario.

Era más de lo mismo. Más de lo mismo.

CRONOLOGÍA
04/04 Ciro Castillo Rojo y Rosario desaparecen en el valle del Colca.
09/04 Rescatistas de Alta Montaña buscan a los desaparecidos. Se suma un helicóptero de la Policía.
13/04 Rosario Ponce es hallada en una de las quebradas cerca al nevado Bomboya.
15/04 Bomberos Unidos Sin Fronteras continúan la búsqueda en zonas aledañas donde se separaron los jóvenes.
18/04 El Ejército se suma a la búsqueda de Ciro Castillo Rojo.
19/04 Rosario Ponce regresa valle del Colca y sobrevuela la zona
21/04 Ciro Castillo Rojo Salas ofrece 10 mil soles de recompensa a quien encuentre a su hijo.
27/04 María Gracia Castillo Rojo, hermana de Ciro, llega a Chivay, para ayudar a su padre.
01/05 Hallan carpas que usaron Ciro y Rosario en la zona de Chilpa y Malata Viejo.
09/05 Rosario Ponce asiste a la Fiscalía de Chivay para rendir su manifestación ante el fiscal adjunto Leonel Angulo.
16/05 Ciro Castillo Rojo cumple 27 años.
19/05 Catorce sinchis de Mazamari ascienden al Bomboya para continuar la búsqueda.

RÉQUIEM POR TOMÁS ELOY MARTÍNEZ


Sucede que los domingos se me están muriendo personas importantes. Al principio se marchaban un día cualquiera, como ese martes de enero de 2007 en que se apagó la vida de Ryszard Kapuscinski, o el jueves de setiembre de ese mismo año en que Luciano Pavarotti dejó de existir después de una larga lucha contra el cáncer. Pero hace más de un año que los muertos importantes, o mejor dicho, los que a mí me importan, tienen cierta predilección por los domingos. Como lo diría el poeta salvadoreño Roque Dalton, los muertos están cada vez más indóciles.

Desde luego, mis domingos ya no son los mismos. Mientras el resto de familias disfrutan de la tranquilidad del hogar, o se arremolinan en torno a parrillas de jugosos filetes, o visitan a los abuelos, o se van de paseo, o duermen, a mí me toca quedarme en la redacción del periódico hasta la media noche. Lo que me hace suponer que de alguna forma el diario se ha convertido los domingos en mi obligatorio hogar sustituto, y la fauna que habita esa jungla, en mi irrenunciable segunda familia.

El primero que tuvo el antojo dominical de morirse fue Mario Benedetti. Su desaparición fue un trago amarguísimo, el 17 de mayo de 2009. Meses antes el periodista Álvaro Ugaz estrelló su auto un domingo y falleció al día siguiente. En diciembre del año pasado, una de las hijas de Roy Soto, biógrafo de Haya de la Torre y dignísimo aprista, escribió en mi blog: “Roy Soto se quedó dormido, ya no despertará”. Era domingo.

Kapuscinski aseguró que para ser buen periodista había que ser primero buena persona. Tomás Eloy Martínez nos recordó después que el periodismo es fundamentalmente un acto de servicio. Como maestro de la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano (FNPI), columnista del New York Times, pero sobre todo como el militante abnegado del buen periodismo, sus lecciones son numerosas.

“Un periodista no es un novelista, aunque debería tener el mismo talento y la misma gracia para contar de los novelistas mejores” sostuvo en una conferencia pronunciada en la SIP, el 2007. Él lo sabía bien porque además de brillante periodista fue el autor de novelas como El vuelo de la reina y Santa Evita, solo por nombrar algunas. Pero quizá una de las mayores reflexiones que dejó sobre el oficio, es la defensa del nombre de cada periodista como único patrimonio. Y el nombre se va devaluando con informaciones inexactas o sin verificar.

“De todas las vocaciones del hombres, el periodismo es aquella en la que hay menos lugar para las verdades absolutas. La llama sagrada del periodismo es la duda, la verificación de los datos, la interrogación constante. Allí donde los documentos parecen instalar una certeza, el periodismo instala siempre una pregunta” escribió.

Tomás Eloy Martínez dejó de existir el último 31 de enero. Sucede que también era domingo. La noticia sin embargo pareció conmover a pocos. Y era natural. Nadie ama lo que no conoce. Por eso la mejor forma de recordarlo es compartir sus enseñanzas. En su artículo “Los hechos de la vida” nos dejó uno de los mejores manifiestos que valdría la pena repasarlo juntos.

UNO. El único patrimonio del periodista es su buen nombre. Cada vez que se firma un texto insuficiente o infiel a la propia conciencia, se pierde parte de ese patrimonio, o todo.
DOS. Hay que defender ante los editores el tiempo que cada quien necesita para escribir un buen texto.
TRES. Hay que defender el espacio que necesita un buen texto contra la dictadura de los diagramadores y contra las fotografías que cumplen sólo una función decorativa.
CUATRO. Una foto que sirva sólo como ilustración y no añada nada al texto no pertenece al periodismo. A veces, sin embargo, una foto puede ser más elocuente que miles de palabras.
CINCO. Hay que trabajar en equipo. Una redacción es un laboratorio en el que todos deben compartir sus hallazgos y sus fracasos, y en el que todos deben sentir que lo que le sucede a uno les sucede a todos.
SEIS. No hay que escribir una sola palabra de la que no se esté seguro, ni dar una sola información de la que no se tenga plena certeza.
SIETE. Hay que trabajar con los archivos siempre a mano, verificando cada dato, y estableciendo con claridad el sentido de cada palabra que se escribe.
OCHO. Evitar el riesgo de servir como vehículo de los intereses de grupos públicos o privados. Un periodista que publica todos los boletines de prensa que le dan, sin verificarlos, debería cambiar de profesión y dedicarse a ser mensajero.
NUEVE. La clase política, la clase empresaria y, en general, los sectores con poder dentro de la sociedad, tratan de impregnar los medios con noticias propias, a veces añadiendo énfasis a la realidad. El periodista no debe dejarse atrapar por las agendas de los demás. Debe colaborar para que el medio cree su propia agenda.
DIEZ. Hay que usar siempre un lenguaje claro, conciso y transparente. Por lo general, lo que se dice en diez palabras siempre se puede decir en nueve, o en siete.
ONCE. Encontrar el eje y la cabeza de una noticia no es tarea fácil. Tampoco lo es narrar una noticia. Nunca hay que ponerse a narrar si no se está seguro de que se puede hacer con claridad, eficacia, y pensando en el interés de lector más que en el lucimiento propio.
DOCE. Recordar siempre que el periodismo es, ante todo, un acto de servicio. El periodismo es ponerse en el lugar del otro, comprender lo otro. Y, a veces, ser otro.