miércoles, 10 de agosto de 2011

EL AREQUIPEÑO QUE NO REGRESÓ

Como si tuviese la clave para conmover hasta los más indiferentes corazones mistianos, el vals “El Regreso” se ha convertido en el nuevo himno de los arequipeños. Su letra encierra la más perversa de las ironías. Mario Cavagnaro, el autor, pidió en la última estrofa que lo entierren en suelo Characato, sin sospechar que el destino tiene caminos retorcidos que no sabes a dónde te conducirán. No todas las aves migratorias encuentran la ruta de regreso. Cavagnaro murió en 1998 y fue sepultado en Lima.

La canción fue escrita por Mario Cavagnaro para el I Festival Internacional de Música Arequipeña, en 1969, y obtuvo apenas un modesto lugar entre los temas finalistas. Ese año el máximo galardón lo consiguió Víctor Neves Bengoa, otro conspicuo compositor arequipeño, con “Viejo cantor del Yaraví”.

Embebido de recuerdos, Cavagnaro ensambló con paciencia de artesano, la melodía dulce, casi quejosa, y los versos tristes que le dictaron las remembranzas de su infancia. El resultado fue una oda a la melancolía, con cierto aire a yaraví, por la tristeza inembargable que representa la nostalgia. Ese agosto, hace exactamente 40 años, Víctor “Pajarito” Bromley, primera voz de Los Chamas, estrenó el tema en el festival.

Quería verte
inolvidable, tierra querida
Arequipa, ciudad blanca de mi amor.
Embriagado de distancia
añoraba la fragancia
de tu suelo, tu campiña y tu verdor.


Mario Cavagnaro nació en Arequipa, el 16 de febrero de 1926. Estudiaba en el colegio Salesiano cuando a corta edad se mudó a Lima. En la escuela aprendió a interpretar varios instrumentos de viento y más tarde estudió Ingeniería Química en la Universidad Nacional de San Marcos. Empezó componiendo boleros y cuando la música criolla se encontraba en su apogeo se convirtió en figura por temas como El Rosario de mi Madre, Lima de Octubre, Historia de mi Vida, Yo la quería patita.

Fue el primero que incluyó la replana en las composiciones del criollismo peruano. Así llegó a convertirse años más tarde en un autor destacado. Sus temas fueron grabados por figuras internacionales como Armando Manzanero, Julio Jaramillo, La Sonora Mantancera, e incluso, Héctor Lavoe. Para los arequipeños, sin embargo, solo existe El Regreso.

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Es medio día y en la cabina principal de Radio San Martín empieza a emitirse el programa “Así canta el Perú”. Héctor Gómez, su prolijo conductor, tiene entre sus invitados a Víctor Neves Cáceres, hijo de quien compusiera Viejo cantor del Yaraví, la canción que le ganó a El Regreso. “Es uno de los pocos artistas contemporáneos que se dedica a la música costumbristas arequipeña”, lo presenta. Después de un breve diálogo empieza a sonar “Chaque tripas”, quizá el tema más popular de Víctor Neves padre.

Héctor me cuenta en el ínterin que su entrevistado es el director de la agrupación “Elay Characatos”, cuyo significado vendría a ser más o menos “Ahí están Characatos”. El conjunto reúne a lo mejorcito de la música criolla arequipeña. Tiene entre sus voces a María Antonieta Dávalos, la heredera del mítico dúo Los Dávalos, a Luz de Fátima Trillo, y el mismo Víctor Neves Cáceres, quien más tarde me contará que están a punto de grabar un disco bajo la dirección de Luis Neves Bengoa, el más cotizado arreglista mistiano, quien llegó a trabajar con Pavarotti y Plácido Domingo. Vive en Estados Unidos, contando las horas para volver.

Cuando hace tiempo
dejé tus lares entristecido
con la pena de los hijos que se van.
Hubo un límpido aguacero
y una lluvia de luceros
en mis ojos contemplando tu volcán.


Al finalizar el programa, Gómez hace memoria y rescata de entre sus recuerdos el nombre de quien promoviera el Festival Internacional de Música Arequipeña. Fue Leonel Cueva Rodríguez, un chacarero mistiano que por entonces radicaba en Norteamérica. La competencia duró apenas tres años pero fue lo mejor que se hizo para mantener vigente al yaraví, marinera, vals, pampeña, huayno y poesía loncca. Mariano Carpio Cueva, uno de los viejos más vitales que he conocido, hace actualmente un esfuerzo parecido con los pocos ahorros de su jubilación y cachuelos de fotógrafo. También vive en la tierra del Tío Sam pero ahora está en la cabina con Héctor. Es otro de sus ilustres invitados de hoy.

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La última vez que Mario Cavagnaro regresó a la Ciudad Blanca fue en julio de 1994, para entregar la letra del himno del Club Internacional Arequipa, que ese año cumplía cien años. El espectáculo montado tuvo la dirección musical de José Linares Bezold, otro gran valor de la música arequipeña, quien consiguió la Antara de Plata con el vals “Algo en Ti”, en el Festival de la Canción Peruana de 1971. Fue la última vez que los ojos de Cavagnaro contemplaron la majestuosidad del Misti. Volvió a Lima, soñando con regresar, sino por unos días, volver para quedarse definitivamente.

Cuando yo muera
que me entierren en tu suelo
y algún día bajo el cielo
unas flores crecerán.
Será mi alma, asomándose a la vida
desde mi tierra querida
para ver a mi volcán.


Mario Cavagnaro dejó de existir el 29 de setiembre de 1998, víctima de un paro cardiaco. Su familia decidió enterrarlo en el cementerio Campo Fe de Huachipa, en Lima. La vida y la muerte tienen esas contradicciones. Muchos quieren volver. No todos pueden. A otros, en la distancia, solo les queda cantar. Una tarde en un restaurante chiclayano, un arequipeño casi lloró de emoción al escuchar el vals El Regreso. Y él, que nunca cantaba, cantó por primera vez.

“Yo conversé varias veces con mi amigo, Don Mario, sobre el tema. Él me dijo que efectivamente su voluntad era que lo entierren en Arequipa” me dice José Linares. Pero los deseos de los muertos son solamente eso, letra muerta. Nadie les hace caso. Y quién sabe por cuánto tiempo más Mario Cavagnaro seguirá soñando con El Regreso y su Osito de Felpa.

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